En la actualidad se pretende que con menos recursos (aumento de la ratio,
menor presupuesto disponible de los centros, etc.) no solo se alcancen los
objetivos, sino que se logre una mejora del proceso enseñanza-aprendizaje. Aquí
es donde entraría en juego el término innovación, cuyo objetivo consiste también
en lograr un mayor rendimiento, conseguir mejores resultados (Fidalgo, 2007). Es
evidente que en el actual marco de recortes
la innovación educativa se hace más necesaria que nunca y se presenta como una
posible salida a la actual situación de la educación.
Rivas (2000) señala un aspecto muy importante y es que la innovación por la innovación, el cambio
por el cambio, carecen de justificación. Ésta se halla en la mejora. Es
decir, se debe innovar en tanto en cuanto esa innovación vaya enfocada a lograr
una mejora en algún aspecto del proceso de enseñanza-aprendizaje o en la
calidad de la educación o del sistema educativo.
Debemos tener en cuenta que nuestra innovación en el aula animará también a
nuestros alumnos a tomar el protagonismo en el futuro, a innovar en sus futuros
trabajos, a ser creativos y a no conformarse con lo tradicional; a buscar
nuevas salidas a viejos problemas, a ser curiosos e implicados. Esto es lo que
las distintas empresas están buscando, entre otros aspectos. Desde la
consultora Hays (España) señalan que una de las 10 habilidades que se busca en
los trabajadores es la capacidad de innovación, especialmente en puestos de
trabajo relacionados con la investigación y el desarrollo; también son muy
valorados otros aspectos relacionados con la capacidad de adaptación y la
proactividad[1].
Es necesario que se desarrolle esta misma proactividad en aquellos alumnos que
en el futuro sean emprendedores. En la última década se han generado una serie
de nuevos trabajos que antes no existían, y todo parece indicar que esta
dinámica va a continuar en los próximos años. Esto nos lleva a reflexionar
sobre las necesidades de nuestros alumnos: ¿Cómo educamos a nuestros alumnos
para un futuro incierto? ¿Qué contenidos y destrezas les ayudarán más a la hora
de desenvolverse en su trabajo (un trabajo que probablemente aún no exista) en
el futuro? ¿Cómo prepararlos para lo desconocido?
Una de las soluciones más obvias es fomentar que se conviertan en personas
creativas e innovadoras con sed de aprender porque son estas características
las que probablemente les sean más útiles en el futuro. La balanza se
inclinaría más bien hacia las destrezas, hacia las competencias que no hacia
los conceptos aprendidos de memoria. También debemos tener en cuenta que la
función principal de la enseñanza es ofrecer un conjunto rico de experiencias
que promuevan la exploración de las propias concepciones sobre uno mismo y
sobre el mundo y la construcción de otras más complejas y evolucionadas.
Stoll & Fink (1999) afirman que el 50% de lo que un alumno que cursa
hoy en día en primaria necesitará para interpretar el mundo dentro de diez
años, todavía no se ha creado. Es por ello que muchos conocimientos tienen
fecha de caducidad y deben reciclarse permanentemente mientras que las
estrategias que permiten seleccionar la información, contrastarla y analizarla
de forma crítica para poder transformarla en conocimiento les servirán en todo
momento.
Utilizar la investigación como estrategia didáctica, tal como proponen
muchos autores, es la clave para comenzar a trabajar y a comprender el mundo de
una forma transversal, no compartimentada, y donde existen cuestiones
susceptibles de investigarse y no ver el mundo como un universo estático donde
todo está ya descubierto. Además este enfoque más práctico donde el alumno
participa activamente influiría positivamente en la motivación.
Cabe destacar que encontrándonos como nos encontramos en la era de la
comunicación ha perdido el sentido memorizar datos que se pueden conseguir al
instante a través de, por ejemplo, los dispositivos móviles. En este punto
convendría también reflexionar sobre la necesidad de renovar el e-learning y
pasar al m-learning, en este caso basado en los dispositivos móviles como apoyo
para desarrollar las unidades didácticas en el aula (Cobo & Moravec, 2011).
[1] Que los empleados sean
capaces de tomar la iniciativa en un equipo de trabajo desarrollando proyectos
creativos y asumir las responsabilidades que estos implican.